06 marzo 2012

El murmullo del alma

No estoy seguro de quién me habla...si el corazón, si un pulmón-porque de órganos no es que sepa mucho-el páncreas no creo, porque eso suena a líquido verde o algo así.
Lo cierto es que he tenido la sensación de hablar conmigo desde muy niño. Contarme cosas, contestarme airadamente si me he enfrascado demasiado, etc...
He recibido múltiples versiones acerca de ello, (hemisferio izquierdo "tatatá", hipocampo "laralá") admitiendo que no ha sido hasta hace bien poco que lo he reconocido abiertamente.
Yo, Adolfo Langa, en ocasiones, hablo conmigo.
Si miro hacia atrás, la verdad es que es posible que todo empezara en la niñez. Ya en la adolescencia, me aconsejaba a mi mismo en ocasiones acerca de qué hacer con la chica que me gustaba.
Nunca me pareció peligroso, ni siquiera creo recordar más de 3 o 4 ocasiones en las que alguien, anónimo, por la calle, descubriese mi secreto.
Hoy disfruto de esa destreza, sin dejar a un lado lo potencialmente peligroso de ella... la perspectiva de los otros.
Nunca me gustó conversar con gente que interrumpía constantemente mi punto de vista para darme el suyo-en tono dogmático- sin apenas prestar atención a mi argumento.
Los argumentos de los demás son muy interesantes, por lo que pueden tener de sorpresivos. Cuando alguien le da muchas vueltas a la cabeza, recibe las perspectivas novedosas del otro como una especie de orgasmo, que en seguida quiere compartir con los demás. Casi deseas hacerlo propio, por la brillantez de la idea, y por lo que tiene de aportación a los demás.
En ello creo que se circunscribe nuestro particular ciclo de la vida, la gran tapada función del ser humano. Enseñar y ser enseñado


No hay comentarios: